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La Juventud de hoy disfruta con
un susto. No se conforman con leer el Boletín Oficial del Estado sino que
quieren más.
En mi juventud eramos distintos,
nos asustábamos con poca cosa, quizás porque teníamos el corazón como un piso
de VPO mu chico. Si en aquellos tiempos un 31 de
octubre jugando a la lima en la plaza San Antonio viéramos a doce tíos como
trinquetes vestidos de vampiros, hubiésemos pensao sin
lugar a dudas… ”Ojú gafa, la
grifa está entrando en Cádiz en los botellines de cervezas o “el gallego del
freidor ha hecho una fritá de optalidones”.
No hacía falta que llegase
alguien disfrazao para tener miedo y correr, sólo con
esperar la caída de la tarde y encontrarte a Juan el Mona te faltaba Parque
Genovés para sudar más que Oli en Chapín.
Jamás vi una guitarra como la de
Juan Mona que corriese tanto y no desafinara. En una ocasión estaba yo entortao
queandome jugando al contra en la cascada del parque, cuando uno de nosotros, concretamente
Paco El Tarta, empezó a gritar cuando vió de lejos a Juan Mona…”Ju…..an…. La…..gui…tatata…”,
claro tardo tanto el cabrón en terminar de meterse con él, que cuando quise correr ya lo tenían encima.
Me quedé encasquillao dentro de
una rueda del Vaca, que es lo que utilizábamos de columpio y te puedo jurar por
mi madre, que ni la cara de Teófila después de comer con el Kichi me hubiese provocado
más miedo.
Entregado a Juan en cuerpo y
alma, y con las manos levantá entablamos una conversación corta y precisa.
El sujetando la guitarra por LA mayor me decía en su idioma, ¿ahora que, cabrón?
Yo le contesté lo primero que se me vino a la cabeza “Te afino la guitarra Juan, que los Hindúes necesitan un punteao”.
Pero puestos a comparar los
sustos de antes y de ahora, me quedo con el miedo que provocaba las novelas de convoy de Estefanía, el tri ki traque húmedo, la patá en la espinilla de
quearte jugando al
torito losa, el evitar comerte la reja del convento
de San Francisco jugando al manguiti toca las palmas, de encontrarte a La Cabrío
fresca, a Marchena afeitao, etc etc…
Entregado a Juan en cuerpo y alma, y con las manos levantá entablamos una conversación corta y
precisa. El sujetando la guitarra por LA mayor me decía en su idioma, ¿ahora que, cabrón? Yo le
contesté lo primero que se me vino a la cabeza “Te afino la guitarra Juan, que los Hindúes necesitan
un punteao”.
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